13 Mar Ruth Gómez, de Anxiños, la mujer que cuida a niños con enfermedades mentales
¿Por qué me quieres si a mí nunca me quiso nadie? El que habla es un niño. Es una de las preguntas que hace a la fundadora de este proyecto, Ruth Gómez. Se extraña de que le quieran porque como dice, nunca le quiso nadie y qué duro ser niño y que no te hayan dado amor. Vive en la asociación Anxiños, podríamos decir que es una casa de acogida gallega para adolescentes con problemas mentales pero nos gusta más decir que es “una casa de familia para niños diferentes”. Porque eso es lo que son en esta bonita casa de piedra de A Baña, en A Coruña. En el Día de la Mujer Trabajadora, rendimos un homenaje a esta brava profesora que, tras trabajar como maestra para niños con cáncer, ahora se ocupa de los críos con enfermedades mentales.
Una familia: una familia alternativa pero que no desfallece, así caigan chuzos del cielo, y en Galicia caen. Con críos con problemas, que tienen que medicarse sí o sí, pero que tienen sueños y pretenden una vida normal, como la de cualquier otro joven. Por ejemplo, quieren irse de rebajas, convertirse en basureros para ir subidos con casco en un camión de basura o viajar a Copenhague para conocer a la familia real. Soñar es gratis y estos niños con enfermedades mentales también sueñan, aunque su vida haya sido una pesadilla en numerosas ocasiones.
Torcuato Luca de Tena en su magnífica novela se refería a los locos como Los renglones torcidos de Dios. Como si cuando se puso a escribir, algunas palabras y líneas le hubiesen salido regulero… Pues renglones reguleros hay unos cuantos en esta preciosa casa: en concreto, 10. Cada uno con su casuística, llegan aquí derivados por los servicios sociales de la Xunta de Galicia. Algunos tienen familia aunque no se pueden ocupar de ellos por razones que tampoco vienen al caso. Otros no tienen. Comparten el estigma de la enfermedad mental, porque no nos engañemos, sigue habiendo estigma. Y una falta de apego lacerante.
El origen de Anxiños hay que buscarlo en el que fuera el trabajo de Ruth: profesora en una planta de oncología infantil de un hospital. Empezó de profesora en el Hospital General porque ella es ante todo y sobre todo, maestra, por eso hay dos aulas en Anxiños, para darle clases a los chicos. “Anxiños no existiría si no hubiese tenido antes otra escuela en otro sitio. Yo empecé en el Hospital General en el 75 y luego pasé al Hospital Clínico Universitario. Cuando llegué, era una habitación con muchos niños y la convirtieron en aula porque yo era la primera maestra. La gente no entendía qué hacía una maestra en un hospital, yo también tardé en entenderlo”, explica.
Y añade: “La escuela es un oasis en un desierto que es un hospital. Ahí vi por primera vez que moría un niño. Yo creía que los niños no se morían y creía que el mundo se paraba cuando una madre vino llorando gritando que se había muerto Raúl. El mundo no se paró, pero a mí me cambió la cabeza, me dio un vuelco. Y entonces empecé a comprender que esos niños tenían cáncer y que cáncer en ese momento era muerte”.
Intentaba ganarse el pan, lo de los objetivos curriculares, ya saben, pero a veces era muy difícil enseñar a multiplicar y dividir. Entonces se hizo con una súper ocho y les empezó a poner películas para que sus madres, en ese ratito, pudieran ir a comer y a descansar. Gómez y su particular cine pasaron por todos los formatos habidos y por haber: vhs, cd, lectores portátiles para cada niño.. Eran películas infantiles, de Disney, y ya saben cómo arrancan estas películas: con el famoso castillo.
Siete odiseas a Eurodisney
Ruth dice de sí misma que tiene algo de síndrome de Peter Pan y que un trocito del cerebro no le creció y que eso los niños, lo notan. Quizás eso explique que con tanta película de Disney se le ocurriese la idea peregrina de llevarse a esos niños a París, a Eurodisney, en 1995. Y ojo, que no fueron ni una vez ni dos, sino siete. “Nos quedábamos en el hotel más bonito, salíamos en la cabalgata, iban con su gorrita. Un año incluso llevaron a los hermanos sanos. Fuimos 60 personas que era lo máximo que podíamos ir en avión desde Vigo”, comenta risueña.
La medicina fue evolucionando, la quimioterapia suavizándose y entonces llegó la unidad de psiquiatría infantil en el hospital: “Llegaron estos chicos justo en el momento en que casi iba a jubilarme. Llegaron y me llegaron al corazón porque no le gustan a nadie. Los niños enfermos de cáncer dan lástima a todo el mundo. Los pequeños locos, los niños enfermos mentales o los niños diferentes no le gustan a nadie. Son ruidosos, demasiado espontáneos, histriónicos. Hay una expresión gallega muy bonita que dice Son canciños sen dono (perros sin dueño)”. Y así empezó la siguiente película, mucho más bonita que las de Disney: Anxiños.
La casa de las puertas abiertas
Anxiños arrancó en el 2016. Después de la pandemia firmaron un acuerdo con Política Social de la Xunta de Galicia para dar una segunda oportunidad a estas criaturas. En total han pasado por aquí 17 críos que son cuidados por psicólogos, pedagogos, monitores, una cocinera, una nutricionista… La casa, que siempre tiene sus puertas abiertas y no es una forma de hablar, está cedida por el Arzobispado y pegada a una iglesia y a un cementerio: “Cuando hay entierro tenemos que cerrar las ventanas para que no armen jaleo”, aclara Ruth. Por las mañanas la casa está vacía, porque aquí todos tienen que formarse: van a clase, a aprender jardinería (eso, el que quiere ser barrendero), a extraescolares de solfeo, de boxeo, hípica… Como cualquier otro niño/adolescente. Algunas noches, en la hermosa lareira de la cocina, colocan bancos y un cuentacuentos viene a contar historias que luego los críos repiten a su manera. Como cualquier otro niño, tienen su cuento antes de irse a dormir.
La asociación dispone de una segunda casa, que abren en breve, y una tercera, en ciernes, en la que Ruth Gómez quiere crear un hogar y centro de ocupación para todos aquellos chavales que cumplen 18 años y ya no siguen tutelados ni puedan regresar con sus familias.
Ese local, una casona de indiano con 15 habitaciones y una hectárea de terreno, es para la que ahora Anxiños pide ayuda: “Como tiene una hectárea de terreno me gustaría hacer una granja, o un centro de horticultura… Me gustaría que la Xunta nos enviase chavales y que 15 chicos y chicas de más de 18 años puedan formar ahí su vida, que puedan auto mantenerse, que puedan tener una vida digna”, afirma Gómez.
No quiere dinero (“el dinero es redondo y de papel, rueda y vuela demasiado”, dice)- “Quiero lo que trae el dinero. Necesitamos material para esa casa. El verano pasado vinieron unos chicos a ganar el Jubileo y no solamente ganaron el jubileo, sino el cielo. Se pasaron cuatro días allí y pintaron toda la casa. Eso necesitamos: un aparejador jubilado, un delineante, un maestro de obras, alguien que vaya a pasar una tarde de domingo para hacer algo…”. Todas esas manos expertas son bienvenidas, para que los niños que preguntan por qué les quieren a ellos si nunca les quisieron sigan teniendo un cobijo y cariño. Mucho cariño.
Fuente: Idealista news